Retroreseña de San Valentín: La edad de la inocencia (1993)

Me apetecía ver una película romántica para este San Valentín y decidí aventurarme en esta genialidad que se estrenó el año que nací (1993).

Esta película está basada en la novela homónima que escribió Edith Wharton en 1920. Estuvo dirigida por Martin Scorcese y protagonizada por Daniel Day-Lewis (doblado en España por Gonzalo Pagán), Michelle Pfeiffer (doblada por Mabel Rivera), Winona Ryder (doblada por Ana Lemos) y Joanne Woodward.

Lo primero que hay que mencionar es el aspecto de la banda sonora, que le supuso la nominación a los Óscar ese año, una melodia deliciosa, la típica banda sonora que, una vez terminas de ver la película continúas teniendo en tu cabeza, que te acaba forzando a que la tararees… Asimismo, es una banda sonora que te traslada perfectamente a la época en la que se ubica la novela.

La película cuenta con un reparto excepcional, comenzando con el trío protagonista que realizan unas actuaciones magistrales, y continuando con el resto. Ello acompañado con la genial dirección de Scorcese, consigue crear unas escenas en las que el propio juego de miradas te produce una sensación de inquietud, una sensación de incomodidad, permitiendo comprender mucho mejor a los personajes.

Además, tanto el diseño de los vestuarios (que fue premiado con un óscar) como de los escenarios es perfecto, introduciéndote en esa época. Consigue que te sientas parte de esa sociedad, que comprendas los sentimientos de los protagonistas y que empatices con ellos con la consiguiente sucesión de golpes que te va a propinar la película.

En esta película se crítica la sociedad neoyorquina de la década de 1870, una sociedad muy cerrada, con unas normas sociales muy estrictas que son la causa de todas las desgracias de la película. Casi te hace sentir como una cárcel en la que los personajes no pueden moverse libremente. Tanto las escenas en el teatro como en los salones te permiten entender esa situación de control social que tanto angustia a los protagonistas.

Como consecuencia de ello, he acabado destrozado con la película, cabreado con los protagonistas por las decisiones que toman pero consciente de que quizás son las mismas opciones que yo hubiera ejercitado de encontrarme en esa suerte de prisión social que tan hábilmente consigue crear el director.

En definitiva, una película preciosa, pero cuya belleza esconde una dureza que te hará reflexionar y que te dejará con un poso interno oscuro pero con la sensación de que te has encontrado con una joya de película.

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