Blue Jasmine: el mejor Woody Allen

[xrr rating=4.5/5]
El probablemente último autor clásico vivo sigue en forma, o mejor dicho, vuelve a su forma natural, a esas películas profundas, de humor irónico, de análisis social y estudio psicológico. Tras su «paseo» por Europa retorna a sus americanas y a la vez universales formas de contenido y continente; retorna a su Nueva York pero centra la trama actual de su nueva película, Blue Jasmine, a la más europea San Francisco.
Y digo centra porque es ahí donde tiene que trasladarse la protagonista tras perder marido (que encarna Alec Baldwin), estatus y fortuna. La incómoda y sin clase hermana que vive en un suburbio de San Francisco trabajando como cajera será ahora su tabla de salvación y catapulta para una nueva vida alejada del glamour y el lujo que la acompañaba en el Manhattan de los años dorados del dinero fácil y la especulación. Cate Blanchett borda el papel tan contemporáneo de esa mujer educada para el lujo y que ve como su mundo se derrumba por completo entre delitos fiscales, infidelidades y rencores familiares que debe afrontar a la fuerza, todo ello entre ataques de ansiedad y cuadro neurótico que tan bien sabe reflejar el maestro neoyorquino.
Woody Allen, en su tradicional estreno anual, nos trae sin duda su película más redonda en años y su mejor obra desde Match Point. Sin dejar los personajes típicos de su filmografía, su dominio del ritmo narrativo y manejo de las secuencias, se vuelve a reinventar pero siendo a la vez el mismo de siempre. Su incursión en un tema tan actual como la especulación, el dinero sucio y las esposas que no se enteran o no quieren enterarse de lo que son y hacen sus maridos, se convierte en un material perfecto para volver a disfrutar del mejor Woody Allen.
Pero Blue Jasmine no es sólo eso. El guión, firmado obviamente por él, contiene múltiples lados y aristas que se ensamblan perfectamente en una narración cinematográfica llena de fuerza y matices. Allen realiza con esta película un perfecto análisis de los temas ya recurrentes en su filmografía y que son tan bien conocidos, pero añade el plus de engarzarlos para completar un cuadro completo de la sociedad actual, de los anhelos y frustraciones de las clases altas y medias-bajas, de sus miserias y contradicciones, todo ello enmarcado en el tema más actual de todos: el crash de 2007 y la crisis económica que vivimos. Por ello estructura la película en flashbacks donde narra cómo era la vida de lujo de Jasmine (que en realidad se llama Jeanette pero es menos elegante), mientras la acompañamos en su actual situación de ruina y acogimiento por parte de su buena hermana Ginger. Dos mundos, Nueva York pasado y San Francisco actual, dos personalidades totalmente diferentes y de mundos totalmente distintos, Jasmine y Ginger, pero que durante el film también confluirán en tribulaciones similares respecto al amor, el dinero y el futuro.
Lo mejor de la película es que el director no toma partido por nadie, sólo narra algo tan universal como la codicia, el anhelo de poder y estatus, la apariencia, la búsqueda del amor o quizá sólo de la compañía adecuada y la manera de afrontar el pasado. No justifica el hipócrita y ostentoso lujo de la alta sociedad pero tampoco mitifica la autenticidad de la vida sencilla. Todos buscan algo mejor y se atisba en toda la película el trasfondo principal y quizá objetivo de Woody Allen en esta gran obra y casi obra maestra: la relatividad de todo sentimiento y la certeza de que al final, rico o pobre, se tropieza en las mismas piedras y se cae en las mismas tentaciones. Jasmine se siente superior a su hermana y a todos los que le rodean en San Francisco pero a la vez es la más débil de todos ellos por estar atada irremediablemente a su pasado y no admitir la pérdida de algo que tenía pies de barro.
El mejor Woody Allen volvió y veremos con el estreno en 2014 de su próxima película, Magic in the Moonlight, si se queda o prefiere volver a «relajarse».