CRÓNICAS DE SITGES: The other side of sleep & Hell

Nada como terminar una dura jornada de trabajo, empaquetar los bártulos, sestear un poco, cargar el Micra y partir para Sitges acompañado de una locuela al volante, que conduce mientras canta y escenifica la banda sonora de La Bella y La Bestia de Disney. Sí, sería una tarde perfecta de no ser por ese estúpido y cansino verano prolongado que sufrimos, el que nos hará sudar la gota gorda cada vez que recorramos el manido trayecto que va entre el Auditori y el centro del pueblo. Pero con calor o sin él allá vamos, al auxilio de nuestro redactor jefe Merk, no vaya a ser que la sobredosis de películas le lleve al agotamiento. Merk es de esos tipos que, de saber que mañana llega el fin del mundo, mataría a alguien. Un hombre peligroso, mejor no dejarlo llegar a situaciones límite. Intentaremos complementar su homérica cobertura del Festival. Tuve tiempo a ver dos películas correspondientes a la Sección Oficial Fantàstic Competició. Como suele pasar en Sitges, una de cal y una de arena.
En The Other Side of Sleep (Rebecca Daly, 2011), una mujer despierta en mitad de un bosque, desconcertada. A partir de ahí, los acontecimientos se sucederán con parsimonia en el contexto de un pueblo conmocionado por el asesinato de una joven. No esperéis un whodunnit con tintes surrealistas a lo Twin Peaks. Dichos acontecimientos sobrevienen en el fuero interno de la protagonista Ariadne (sobresaliente Antonia Campbell Hugues), un ser insomne, atormentado y misterioso. No ocurren tantas cosas e el plano explícito. Con el punto de partida del thriller, la joven y debutante directora irlandesa filma una película sobre el dolor y la pérdida, según sus propias palabras. Lo hace con mimo visual y tomando la retorcida senda de la sugestión y no el atajo de lo convencional. Es de agradecer, pero en algún recodo de ese tortuoso camino este escriba se despistó y cual niño perdido gritó que le llevaran a casa. Puede que fuera el cansancio de un día de madrugón, incompatible con el ritmo sosegado, la escasez de diálogos y la ausencia de música en la banda sonora. O puede que la directora no fuese demasiado generosa regalando claves para la descodificación de su película. En condiciones normales hubiera dado para una buena tertulia post-screening, cosa que está muy bien, pero ayer lo único que me quedaban eran ganas de descubrir por mí mismo qué había en el otro lado de mi sueño. El público, soberano, respondió con un silencio sepulcral, algo poco habitual por estos lares.
 
Pero aún podía salvar el día, tenía otro film por delante. Muy apetecible además, adscrito a la vena apocalíptica que tanto me gusta. En Hell (Tim Fehlbaum, 2011), una mujer despierta en mitad de un bosque, desconcertada. A partir de ahí, los acontecimientos se sucederán sin prisa pero sin pausa, a lo largo de 86 agradecidos minutos de cine de bajo presupuesto y buenos resultados. Una convincente ambientación, un guión sólido y una dirección contenida, poco dada a los excesos, sustentan la opera prima de Fehlbaum. Al director el interesa explorar el instinto de supervivencia y la fuerza de los vínculos familiares y hace pivotar el protagonismo hasta que recae sobre María (Hannah Herzsprung). Es la evolución personal de María la que marca el devenir de esa recomendable película, que viene a ser una historia híbrida entre (La Carretera (The Road, John Hillcoat, 2009) y La Matanza de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, Tobe Hooper, 1974), aunque sin alcanzar el nivel perturbador de la segunda. Nada nuevo ni extraordinario bajo el sol, en definitiva, pero se apuntan buenas maneras en este pieza de post-cataclismo climático malsano. Por lo menos nos ha arreglado un poco la noche.