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Confieso que hacía tiempo que no salía tan descolocado de ver una película; que pocos films me habían dejado tan frío como parco en valoraciones, aunque reconociendo su valores. ‘La Bruja’ (‘The Witch’) es difícil definirla, aunque supongo es pretendidamente del género de terror. Y de hecho ya muchos se han lanzado a las alabanzas: para empezar con el premio en Sundance y para terminar comparando a su director Robert Eggers con Haneke, lo que para sus detractores puede ser un lastre. Lo que está claro es que su cinta no va a dejar indiferente a nadie. Todo por el módico precio de 3 millones de dólares, un presupuesto ridículo para lo que se estila incluso en el cine independiente.
En su mérito también puede estar su penitencia. No esperéis sustos ni vísceras, golpes de efecto ni música estridente o chirriante. Su naturalismo es apabullante y su ritmo es tan cadencioso que la primera mitad puede resultar aburrida, si bien otros (repito, va a ver división de opiniones) lo pueden apreciar como un perfecto estudio de situación y de personajes, con una puesta en escena tan perfecta como realista (rodada como hizo Kubrick en ‘Barry Lyndon’ con luz natural y de velas).
Estamos en la América de la primera mitad del siglo XVII, en pleno colonialismo británico y bajo el manto ultrarreligioso de la época y el lugar. Una familia es excomulgada de la comunidad y emigra al campo, a un claro frente a un bosque, para cultivar su tierra y empezar de nuevo. Pero pronto la vida en extremo dura, el hambre ante unas cosechas que no brotan, la superstición, el miedo, las desapariciones y las sospechas van llevando a la piadosa familia al abismo.
Lo inquietante en esta película es precisamente lo que no ocurre, el lento pero inexorable transcurrir del drama, sin aderezo alguno de género de terror, en unos personajes que te hacen dudar de que todo forma parte de su imaginación y sugestión fanático-religiosa o bien es algo tangible, tan arraigado y documentado en esa época, y que el director, que se crió además en esa zona, conoce muy bien. Son los años previos a los famosos acontecimientos de Salem. Los actores (todos ellos poco conocidos para aumentar el realismo) componen unos personajes veraces pero que en ocasiones se me antojan poco contundentes, quizá deliberadamente.
La crítica americana ha alabado la opera prima de Eggers y sin duda es un debut a tener en cuenta, sobre todo por el riesgo que toma en la atmósfera y forma de ver el terror y el suspense. Sin embargo, a riesgo de ser minoría en el entusiasmo de ese debut, echo en falta precisamente de aquello que tanto se elogia, sobre todo porque desentona con un final tan inesperado en lo que proponía como tópico en los films de los que supuestamente quería alejarse. Su pretendida aunque no pretenciosa cinefilia (una mezcla de estilo entre Haneke y Dreyer) parece que dividirá convenientemente a adoradores y detractores, pero nadie negará que estamos ante un director que habrá que seguir con mucha atención. Pero a servidor le ha dejado tan frío como el bosque que linda con la casa de los protagonistas.
