En los últimos años hemos tenido unos cuantos acercamientos del cine al mundo del tenis, desde la floja ‘Wimbledon: el amor está en el aire’ hasta la más reciente y muy notable ‘La batalla de los sexos’, pasando por el acercamiento de Woody Allen en ‘Match Point’. Como ocurre con la segunda, ‘Borg vs. McEnroe’ narra otro enfrentamiento histórico, el hasta entonces considerado por muchos el mejor partido de la historia del tenis hasta que llegaron Nadal y Federer en 2008 y escribieron la historia de nuevo en la misma pista londinense. El mismo McEnroe también lo definió como tal pero no se queda atrás esa final de Wimbledon de 1980 donde, tras haber sido ya número uno, anhelaba su primera copa en el All England Club, mientras que Borg buscaba su quinto título consecutivo y marcar un hito histórico.
Para los que amamos el cine y el tenis es una delicia rememorar esa final de 1980 que marca quizás el comienzo de la modernidad en este deporte. Para los que no les guste será difícil encontrarle el gusto a pesar de la calidad del producto. Lo que sí ocurrirá es no poder evitar hacer paralelismos con ‘Rush’: enfrentamiento entre dos rivales máximos pero que se respetan, de personalidades antagónicas y con unas vidas que se reflejan en su manera de entender el deporte que practican. Para los que adoramos ‘Rush’, la versión podríamos decir tenística no desmerece en nada, con la lógica diferencia entre la adrenalina pura del automovilismo y la elegancia del tenis.
‘Borg vs. McEnroe’ hace notar desde el minuto uno el sello sueco: director (Janus Metz), guionista (un debut brillante de Ronnie Sandahl), gran parte de los protagonistas (uno de ellos el propio hijo de Borg) e incluso casi la mitad de los diálogos en ese idioma. La estructura es de lo más clásico en estos casos: trama in crescendo hasta el duelo final y salpicado por flashbacks de ambos jugadores que explican la personalidad y la evolución tenística de cada uno. Causas y consecuencias. Planos cortos, cámara en mano. Pero continuando con las similitudes con ‘Rush’ estamos de nuevo ante un brillante ejercicio de mimetismo de los protagonistas. Como pasaba con Chris Hemsworth y Daniel Brühl haciendo de Hunt y Lauda respectivamente, Sverrir Gudnason y Shia LaBeouf clavan a Borg y McEnroe, muy contenido lógicamente el primero y con trazo más grueso el segundo.
Estamos ante un film delicioso pero también ante una oportunidad para disfrutar de un película magníficamente realizada y acercarse a este deporte que, como tantas veces se ha dicho del ajedrez por ejemplo, es como la vida misma en su concepción y desarrollo. Es volver a hablar de rivalidad con respeto, del campeón contra el aspirante, de miedos, de ambición, de inseguridades y superación, pero son temas que si están bien tratados nunca te cansas porque son universales, como lo fueron y son estos dos tenistas que, mira por donde, ahora son íntimos amigos. Set y partido para ‘Borg vs. McEnroe’.