«EXODUS: Dioses y Reyes»: A Ridley Scott se le olvida algo.

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La nueva adaptación del peplum bíblico corre a manos de un conocedor de la materia, el director de Gladiator (2000), El reino de los cielos (2005). En esta versión del segundo libro del Antiguo Testamento no se cuenta nada nuevo y, desgraciadamente, se queda las puertas de la gloria:
“Narra la historia de Moisés (Christian Bale) un hombre cuyo coraje desafió a un imperio cuando se rebeló contra el todopoderoso faraón Ramsés (Joel Edgerton), liberando a 600.000 esclavos en una épica huida a través Egipto, llena de peligros y mortíferas plagas, en busca de la Tierra Prometida.”
Es preocupante que un maestro de la cinematografía como es el autor que nos ocupa haya cambiado de forma drástica su mentalidad a la hora de enfrentarse a la actualidad de la industria cinematográfica. Un industria que ha convertido una feroz maquina de hacer dinero y espectáculo vacuo.
Ridley Scott es un artista y debo hacer un esfuerzo para recordar al autor de obras tan maestras como Alien (1979), Blade Runner (1982), que lo encumbraron con el tiempo como un maestro en la hibridación de géneros cinematográficos, u obras como Thelma y Louise (1991) que arriesgan y triunfan en su fondo, dos mujeres que se enfrentan a un mundo dominado por hombres y su camino de lucha para abandonarlo . Con Gladiator devolvió el genero del péplum a una época que lo había abandonado desde los años de David Lean ( Lawrence de Arabia (1965), Doctor Zhivago(1962) ).
Son obras que han marcado un antes y un después en la forma de entender el cine. Un artista preocupado por la materia que se ha transformado en una mente acomodada, una mente que se preocupa ( varias entrevistas lo secundan ) por el nivel de rendimiento de sus productos.
Ridley Scott se ha convertido en productor y ha sacrificado, en gran parte, el resto de cualidades que devolvían esperanza al arte de hacer cine y Exodus: Dioses y Reyes (2014), es un gran ejemplo. Es simplemente fascinante el trabajo de puesta en escena que se realiza. El vestuario( diferenciación de clases muy marcadas, el diseño del traje de oro de Ramsés merece mención honorífica ), las localizaciones ( quien le iba a decir a los españoles que tenían la belleza de las tierras árabes en Almería y en la isla de Fuerteventura, y cómo lucen, Dios…), el diseño de producción (la grandilocuencia visual está pensada para el visionado en tres dimensiones, de otra forma conlleva a una falta de respeto por la obra), todo está pensado y trabajado con mucho mimo hasta el mas mínimo detalle. Desgraciadamente solo esto no hace redonda una película.

Ridley Scott es un buen director, pero se ha olvidado de una vertiente de toda obra que es primordial: el alma. Exodus: Dioses y Reyes, no tiene alma, no tiene profundidad. Esto no sucede porque el que brinda estos aspectos a la obra son los personajes, los actores. Las herramientas las tiene, actores de la talla de Christian Bale, Joel Edgerton, Sigourney Weaver, Aaron Paul, Ben Kingsley, hacen mas incomprensible el hecho de que se el trabajo final haya resultado en un espectáculo de fuegos artificiales, al principio sorprende y fascina hasta terminar cansando.

Y tampoco es por la falta de temas, la lucha del bien y del mal, luchas de clases sociales, el amor romántico, la fe, la lucha por la aceptación, la esclavitud, el desarraigo, la crueldad humana… todo esto existe dentro de la obra, pero no se profundiza, no existe guión o se ha eliminado ( a la espera de la siempre oportuna “versión del director”) para adoptar un formato televisivo que se está apoderando del gran arte de la narración cinematográfica. Y de paso, está acabando con uno de los grandes genios del cine.