El cine español va abriendo senderos muy interesantes, no ya en géneros o subgéneros otrora inexistentes en nuestra filmografía, sino además de una factura digna de una superproducción o al menos un film con un gran presupuesto. Es el caso de ‘Irati’, una historia que aúna algo de historia con sobre todo mitología vasca y fantasía, rodada íntegramente en euskera y presentada en el pasado festival de Sitges. El título se refiere a la referencia actual de la llamada Selva de Irati, en Navarra, donde se localiza la historia.
El cine vasco goza de muy buena salud, con un principal exponente en la exitosa y muy premiada ‘Handia’, también rodada en euskera. ‘Errementari’, ‘Akelarre’, ‘Hil kanpaiak’ o ‘Loreak’, son títulos que no debes dejar de ver. ‘Irati’ es una propuesta muy diferente, a caballo entre lo medieval (está ambientada en las Vascongadas de finales del siglo VIII), lo mitológico, lo fantástico y lo romántico. Su factura es impecable, pero le falta quizá garra en las interpretaciones (no te acabas de identificar con los protagonistas) y una duración excesiva, en una historia que se cuenta en hora y media.
Y la historia, que puede resultar interesante, también puede parecer confusa, por nuestro desconocimiento de unas leyendas y mitologías tan ancestrales, pero que conformaron lo que es el pueblo vasco, en una época donde, como se ve en la película, hay cierto contacto con los invasores musulmanes, pero viven al margen del resto de la Península, como ocurriera siglos atrás con la dominación romana.
‘IRATI’: MITOS Y LEYENDAS
Lo interesante de ‘Irati’, más que la historia en sí, que al final es de amor eterno, es conocer esas costumbres y leyendas de la época, y trasladarlas a hoy cuando el visitante recorra esos bosques milenarios, esas cuevas, símbolos, ermitas y asentamientos antiguos. Sin duda, un canto a la historia vasca, a sus mitos y a sus orígenes. El problema es que no acaba de encajar todo ello con la historia de amor y las, aún más secundarias, tramas de poder en la región. Al final queda un batiburrillo interesante en sus inicios, pero a veces falto de ritmo e incluso aburrido, de muchos elementos que no acaban de enganchar, aunque bien rodados y de factura notable.
El mérito de ‘Irati’, más allá del guion y de su interpretación, es lo que logra con un presupuesto limitado. Queda la pena de qué película se hubiera conseguido con una duración menor, una mayor concentración de elementos y mejor engranaje. Aún así, demuestra que el cine vasco tiene una fuerza y personalidad que se está transmitiendo en su peso sobre el cine español. Títulos y premios como los que hemos hablado lo avalan.
