La correspondencia: el amor reta al tiempo

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Quevedo escribió hace unos cuantos siglos: “polvo serán, mas polvo enamorado”, en uno de sus sonetos más famosos. Pues el título de esa joya llamada “Amor constante más allá de la muerte” bien podría haberse usado para la última película de Giuseppe Tornatore. Exactamente de eso trata lo que ha dado en llamar ‘La correspondencia’ (‘The Correspondence’), que puede indicar tanto el quid del guión firmado también por Tornatore como el concepto de amor totalmente correspondido.
Todo el film gravita, como las estrellas que estudian tanto el profesor que interpreta Jeremy Irons como su alumna Olga Kurylenko, alrededor del amor que se profesan a pesar de la diferencia de edad. Un amor que en todo momento se muestra como puro y eterno, sin fisuras, para poder explicar mejor lo inexplicable del sentimiento pero sin embargo lo indestructible que puede llegar a ser, incluso, más allá de la muerte. El profesor desaparece (aunque se explica claramente) pero ella seguirá recibiendo mensajes, vídeos, misivas, regalos y citas pendientes que mantendrán “viva” la relación, con guiños al concepto de reencarnación.
Sin embargo Tornatore ha optado, dentro de la línea romántica que alcanzó su cénit en su para muchos aclamada y para algunos sobrevalorada ‘Cinema Paradiso’, por un desarrollo lógico de los hechos y reacciones a pesar del objetivo trascendente que encierra todo. Y la metáfora, aunque obvia, de la ciencia y la astrofísica que uno enseña y la otra aprende, sirve como culmen perfecto para el clímax final, sensible pero no sensiblero, rotundo y bello, abierto y cerrado al mismo tiempo.
‘La correspondencia’, aunque con algún pequeño bache de guión entre tanto mensaje y carta, emociona y te mete totalmente en el universo y los sentimientos de la protagonista. Olga Kirilenko, a pesar de su rotunda presencia física y exhibida en otros títulos, demuestra que puede ser creíble tanto como heroína como mujer frágil y doliente. Si bien al principio de la película chirriaba el hecho de sus complejos estudios con sus ingresos como especialista de cine en escenas de riesgo, un drama del pasado con secuelas traumáticas, tan convencional como eficaz en este caso, explican con coherencia esa dualidad. Y es que el film juega constantemente con la idea de lo relativo, efímero y extraño de tantos hechos de nuestra vida, con la lógica de lo que se es capaz de hacer por algo tan aparentemente ilógico como el amor.
Tornatore retoma algunos de los temas preferidos de su irregular filmografía y los mezcla con acierto, adaptándolos a la ciencia y tecnología actual. Aborda el amor como algo absoluto y ligado totalmente al tiempo, equiparando la paradoja de la astrofísica como un continuo estudio de un universo que ya murió hace miles de años con la continuidad de un amor no físico en lo humano pero sí en lo tecnológico como vano intento de preservar lo inevitable, de continuar una relación con alguien que ya no está. El fin es desasosegante pero el medio demuestra que el amor pervive más allá de la vida, en este universo o en otros, aunque llegue siempre el momento pasar página.