Hay ciertos elementos simbólicos contemporáneos que no son difíciles de identificar para el ciudadano en las obras fílmicas. Me refiero a las alusiones a la situación política, económica y social a la que se enfrenta (porque existe la lucha) la sociedad del siglo XXI.
¿Qué pasa cuando metes esos elementos, esa lucha simbólica, en un único tren en donde conviven los últimos seres humanos del planeta Tierra?
En el futuro hipotético que plantea el director coreano Bong Joon-Ho (Director de las muy alabadas Mother, (2009), The Host (2006), Memories of a murder ( 2003 ) ) que esa vez adapta la novela gráfica «Le Trasperceneige«, escrita por Jean-Marc Rochette y Jacques Loeb, es la propia soberbia humana la que arrasa con (casi) toda la vida del planeta elaborando una supuesta salvación para el cambio climático, el CW-7, que finalmente forzará a elaborar un plan maestro para que unos pocos puedan sobrevivir en el Rompenieves, un tren de muy avanzada tecnología, pero con ciertas necesidades, que recorre el mundo entero, y que este, por las condiciones climáticas extremas es inhabitable.
El despotismo que difícilmente se vive en la actualidad, se traslada de forma simbólica y caricaturizada a este tren, en donde, los poco privilegiados están condenados a la zona de cola bajo condiciones infrahumanas, obligados por un orden implantado por un, llamémosle, «gobierno» que utiliza un cuerpo de, llamémosle, «antidisturbios» para que se respete el «orden» necesario para la convivencia en el tren.
La diferencia de clases que contiene este transporte que recorre el planeta ( ¿ Crisis planetaria? ) se convierte en una hoya a presión que debe estallar y estalla en detrimento de la zona de los privilegiados.
Liderados por el personaje de Chris Evans, que responde lo justo para que nos creamos el personaje a pesar de que éste esté desdibujado, y acompañado por un elenco muy llamativo y muy acertado: Jamie Bell ( Billy Elliot ), John Hurt (Alien ), Octavia Spencer (Oscar por Criadas y Señoras ), deben recorrer este tren, vagón por vagón, enfrentándose a los obstáculos que capitanea el personaje Tilda Swinton ( Oscar por Michael Clayton ), que también cumple como antagonista aunque no muestra todo su virtuosismo, para que el orden establecido no se rompa y para que estos no lleguen a la «Sagrada Maquina» y tomen el control de ésta.
Durante este recorrido, Bong Joon-Ho, nos prepara para escena sublimes, donde lo visual se convierte en un desparrame de ingenio que viene, tanto desde la escritura del libreto como a su planificación detrás de las cámaras, ofreciendo una mirada original a un producto que, en otras manos, podría haberse dislocado, pero gracias a un manejo tanto del cine en general como del genero en particular ( The Host es un gran ejemplo ) esta rebelión se convierte es un espectáculo en donde también se apuesta por la inteligencia del espectador.
Desgraciadamente todo viaje llega a su final. Llegados aquí necesito señalar a alguien, no tanto culparlo, sino cuestionar el porqué de este acto final cuando el resto del metraje iba por el camino de besar la gloria cinematográfica. El acto final desmonta el relato y se decanta por lo manido, en el sentido mas peyorativo de la palabra. Los rumores del maltrato que recibió el montaje a manos de los hermanos Weinstein, productores hartamente conocidos por su buen olfato y por sus oscuras técnicas para que sus películas sean consideradas en las carreras de premios, hacen saltar todas mis alarmas.
Aun así, siendo una obra decapitada sigue teniendo unas bases muy interesantes y de las que no hay que dejar escapar la oportunidad de poder visionar y disfrutar, ya que tiene muchos puntos para convertirse en el blockbuster del año.
