Antes que nada, debo confesarme como gran fan de la saga de «El Señor de los Anillos», tanto la original y literaria, como la cinematográfica. Y al mismo tiempo, debo confesar que lo de «El Hobbit» (en este caso, solo la película) se me hizo muy cuesta arriba. Así pues, el anuncio de una película contando la vida de John Ronald Reuel Tolkien me pilló con una mezcla de emociones. Por un lado me parecía muy interesante descubrir un poco más al autor detrás de este mundo de fantasía que ha dado pie a tantos otros mundos en la ficción, y por el otro temía que se convirtiera en otro exploitation de la marca Tolkien que nadie necesitaba. Aunque estamos más en lo segundo que en lo primero, por suerte, el resultado global es positivo, aunque sin tirar cohetes. El film se ha centrado particularmente en la vida del joven Ronald justo antes de empezar a escribir «El Hobbit». Y esto hay que tenerlo claro, porque hasta cierto punto puede decepcionar que la historia termine cuando «todo empieza», pero la intención aquí es entender cómo el autor llegó hasta ahí.
No sé hasta qué punto es una película que puedan disfrutar plenamente aquellos que no estén muy familiarizados con sus obras, porque está lleno de detalles y situaciones que cobran mucha más fuerza cuando conoces bien escenas y personajes de sus libros (aunque si solo has visto las películas probablemente es suficiente). Así pues, si eres un fan, te pasarás la película descubriendo (si no lo sabías ya) de dónde han salido escenas, personajes y tantos otros elementos de la Tierra Media: desde la creación de la comunidad del anillo, hasta el propio anillo, e incluso el Balrog de las minas de Moria. Este es uno de sus puntos más fuertes y, sin duda, los que más se han trabajado y donde más cariño parece haberle puesto el director.
La vida de Tolkien es interesante y en muchos aspectos parece sacada de un cuento de Dickens (como su propia madre recalca al principio de la película). Huérfano de padre y madre, pasa al cuidado de una mujer adinerada que le abrirá las puertas a una educación propia de alta alcurnia, aunque demuestra ya desde el principio que, a pesar de sus orígenes humildes, es todo un intelectual con grandes capacidades para el estudio de la lengua y la literatura. Ahí entabla amistad con otros chicos y acaban formando una especie de hermandad o… «comunidad» (guiño, guiño, codazo, codazo). Y poco a poco vamos conociendo su vida, su amor, mientras se van mezclando las escenas que seguramente más le marcaron y terminarían dando forma también a algunos de los momentos más épicos de «El Señor de los Anillos»: su participación en la Primera Guerra Mundial (por cierto, ojo al detalle del nombre del soldado que está a su servicio). Algunas de las mejores escenas transcurren precisamente en el campo de batalla, mezclando las criaturas más temibles de sus libros con las dramáticas escenas de guerra.
Lo extraño es que, al terminar la película, te quedas con la sensación de que la vida de Tolkien, con la única excepción de la guerra, tampoco ha sido tan complicada y ni siquiera apasionante. Te quedas con la sensación que más que hacer una biografía han querido buscar esos momentos, esas anécdotas, que más tarde acabarían formando parte del universo de la Tierra Media (más que «Tolkien», podrían haberla titulado algo como «Creando la Tierra Media»). Por eso, la guerra, más que un hecho que marcó al autor para siempre, que se llevó a seres queridos y le hizo vivir situaciones realmente traumáticas, parece que fue un día más en la oficina que después le iría de fábula para sus libros. Y no es que sea un problema per se ese enfoque de querer explicar el origen de las cosas, pero esto hace que como biopic la cosa se quede muy corta. En algunos momentos todo parece muy edulcorado e incluso intrascendente, no ves conflicto, no ves sufrimiento (quizás en parte por lo soso que es el actor protagonista), y tienes la sensación de que se están dejando muchas cosas por explicar, muchas relaciones por desarrollar (incluso sin tener en cuenta que apenas veremos el inicio de la creación de «El Hobbit»).
De todos modos, Tolkien es más una oportunidad perdida que una auténtica decepción. La película, excepto en algunos momentos a mitad del metraje, es entretenida, y los guiños mencionados hacen que todo sea más llevadero e incluso emocionante para el fan (sí, hay momentos de codazo con el fan de Tolkien que tengas al lado, y hay algunos momentos de lagrimilla). En definitiva, como biopic es flojo, pero como producto que busca exprimir todavía más el fenómeno que inició Peter Jackson en el cine, quizás funciona mucho mejor.
