Han pasado algo más de diez años desde que Toy Story 2 nos dejara con la triste sospecha de que, algún día, Woody y los suyos serían desterrados y olvidados por Andy, su dueño y fiel compañero de juegos.
Ese día ha llegado con Toy Story 3. Andy ya es mayor y se marcha a la universidad, hace años que no juega con sus juguetes que malviven en un baúl esperando su temido final, la basura o con suerte el desván. Otra vez por error, todos acaban en una guardería, un paraíso aparente.
Pixar, una vez más, crea una historia para el adulto que llevan los niños dentro y para el niño que resiste dentro de todos los adultos. Tejido con un finísimo hilo de ironía y salpicado con la nostalgia a la que ya nos tienen acostumbrados los estudios, Toy Story con su última entrega brilla con luz propia.
No perderse ni un segundo del muñeco Ken ni la configuración en español de Buzz, obra del animador español Carlos Baena, encargado del personaje y que le da, esta vez, un toque muy nuestro.
