Wonder Wheel o el Woody Allen más templado

Ni frío ni calor. A las películas de Woody Allen, tan abundantes por su manía de rodar una al año llueva o truene, se las suele ya agrupar en tres categorías: obras maestras, buenas sin más y malas, aunque muchas de éstas últimas ya quisieran muchos autores. Pero el nivel de exigencia debe de ser máximo en su caso. ‘Wonder Wheel’ se la puede situar en el segundo grupo por poco. Con escasos guiños a la comedia, pero siempre inevitables, el último film de Allen es un relato agridulce y nostálgico propio suponemos de la edad que maneja el maestro neoyorquino.
Tan nostálgico que sitúa la trama en los años 50, de nuevo en su idolatrada Nueva York y como únicos escenarios el parque de atracciones y las playas de Coney Island. Personajes que se cruzan en tan escaso marco físico pero donde cobra una relevancia crucial el marco temporal más extenso. Y es que todos ellos están marcados por un pasado trágico y/o por un futuro esperanzador, lo que hace debatirse el film entre lo cruel y lo inocente, con los protagonistas perdidos vitalmente y atrapados en un presente que no quieren que se perpetúe; unos luchando por salir y otros de paso o refugio para una vida nueva y mejor.

‘Wonder Wheel’, como ocurre en muchos otros films de Woody Allen, se sostiene principalmente y primero por las interpretaciones, sobre todo la de su protagonista Kate Winslet, que como ocurriera con Cate Blanchett en ‘Blue Jasmine’, exhibe todo su repertorio interpretativo con una intensidad que siempre se deduce exige el veterano director. El resultado suele ser tan satisfactorio que, como ocurriera con Blanchett en 2014 ganando el Oscar, Winslet ya suena fuerte para el premio. Aun así, al menos con el resto de personajes, no acabas de meterte de lleno en sus vicisitudes y miserias, resultando una obra de fácil visionado pero sin dejarte poso alguno. Y la segunda virtud es la fotografía, que firma otro maestro como Vittorio Storaro, colaborador habitual en las últimas obras de Allen. El uso cromático y de la luz expresa perfectamente la mezcla de pasión, nostalgia, tragedia y tristeza que narra la película.
Lo mejor de ‘Wonder Wheel’ es el final, y no porque sea una mala película, sino por lo inusual del desenlace, cerrándose un círculo pero no de la manera esperada sino dejando clara la idea del inevitable tropiezo del ser humano en la misma piedra y de la imposibilidad a veces de evitar un destino. En esta ocasión, y en contra de lo que es habitual en el cine, los protagonistas no avanzan lo más mínimo en sus anhelos, es más, vuelven a la casilla de salida como la noria del parque de atracciones que gira y gira sin fin. Es, quizá, la mejor aportación de Woody Allen en su última obra. Porque, a pesar de no estar ante una de sus películas inmortales o ni siquiera recordables, sigue mostrando siempre algún detalle de su visión única, aunque últimamente más trágica, del cine.